Durante los últimos años, la educación universitaria vive un proceso de reforma continuo. Cada día que pasa se presenta una nueva metodología pedagógica, una original manera de evaluar, una insólita tecnología que aplicar en el aula, una inédita función del profesorado o una flamante competencia que adquirir. Todo eso está muy bien, especialmente para aquellos que se lamentaban por tener una educación universitaria caduca. Sin embargo, tanta mudanza y restauración ¿no habrán causado una cierta desorientación en torno a los fines y el ethos de dicha educación? La educación universitaria no ha funcionado como debiera si esta consiste en una especie de carrera de obstáculos, que son las asignaturas, para llegar al título, que es la meta. La realidad demuestra, por lo menos a nuestro entender, que año tras año un buen número de estudiantes no se percatan de que son miembros de una comunidad llamada universidad.
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